martes, 21 de junio de 2011

Carta desde el Paraguay

Amor, Helenita,
he visto tanta belleza y tanto horror en Paraguay. Ríos de linfa, vitales, arteriales como diría Neruda, se empujan lentos y densos por tierras arrasadas por la tala, los agroquímicos, la siembra de hileras de eucaliptos para contrarrestar las tierras embebidas de agua que el bosque ya no puede procesar porque ha muerto. En las épocas de sequía, los yacarés, esos cocodrilitos americanos que hemos visto en Iguazú, se mueren cuando sus pozas quedan secas y la tierra a su alrededor se cuartea, como en las más dolorosas fotografías de Somalia. Paraguay es el paraíso convertido en infierno.
Los campos que mi barcaza atraviesa son sojeros y, en ocasiones, devastadas extensiones dedicadas a la ganadería vacuna. Los pueblos guaraní (hoy subsisten Ava Guaraní, Pai Tavyterâ, Mby'a Guarani, Ache, Tapiete o Guaraní Ñandéva, pero no son más de 100 mil personas en total, esparcidas en comunidades de pocos centenares) son considerados sobrantes, despojos humanos que deben mestizarse o desaparecer por la mayoría de los grande eestancieros que producen con semillas transgénicas y rocían kilos de fertilizantes y pesticidas por encimas de sus huertas y sus casas (se trata de cabañas tan primarias que en ocasiones no se ven, apenas diferentes de la corteza del árbol sobre el que se recuestan).
Los mismo, me dicen, sucede con los pueblos del Chaco, que en el pasado prehispánico fueron los enemigos de los Tupí-Guaraní, esos cazadores-recolectoras, adoradores de la miel, que hoy son impedidos de vivir según sus costumbres. Ellos conformaban los pueblos Guaycurú, Mocoví, Toba, Cochaboth, Payagúa, Zamucos, Pilco mayeube, Tapieté y Chané, adaptados todos ellos a un habitat móvil. Hoy sobreviven casi al borde de la inanición y el desespero.
La situación agrícola del Paraguay me la habían explicado muy a detalle las mujeres de la CONAMURI en Caaguazú. Esas valientes se enfrentan a diario con un estado que le da la razón al peor capital ganadero y agroexportador del mundo, el que devasta la tierra y ni siquiera paga impuestos. Sí, en Paraguay la exportación de soya transgénica no paga impuestos. Increíble, pero así se asegura que podrá explotar toda la tierra, durante el tiempo que quiera. Y los grandes terratenientes paraguayos son descendientes de la gente que se volvió rica en la dictadura de Stroessner, lo tienen todos, se niegan a reformas agrarias, no pagan impuestos, son los dueños de la impunidad.
Los pueblos indígenas que en tiempos históricos prehispánicos amaban el equilibrio y habían hecho de las riberas del Paraguay y del Paraná vergeles de economía solidaria (no tenían clases sociales como los Mapuche, por lo tanto nunca erigieron monumentos, pero eso no quiere decir que fueran inferiores a los imperios incaicos, moche u otros: nomás habían encontrado una forma de convivencia basada en la reciprocidad) hoy son tratados como despojos, y las propias mujeres de la CONAMURI los consideran incapaces de reaccionar, de tomar una posición crítica y activa ante las políticas neoliberales en el campo, que aquí se inciaron tan temprano como en la década de 1970.
He visto, en menos de una semana en el campo, deforestaciones, kilos de basura plástica tirada a las orillas de las carreteras y en los ríos, publicidad de estética neoliberal aplastante y (siempre) fuera de lugar, sembradíos de eucaliptos donde antes gobernaba la selva, pueblos obedientes a mandatos de iglesias, partidos y ONGs. He visto desembarcar cajas de agroquímicos con logos conocidos (Monsanto, por ejemplo) por camiones y barcos. He visto rociar agroquímicos sobre casas y me imaginé la muerte de sus aves, de sus cultivos, de sus niños y niñas.
Amor mío, nosotras que gozamos de la suave calma de Asunción por las tardes, entre sus cortinas de ñandutí y la gente que felizmente bebe del mismo vaso sus cervezas, así como comparte el mate y el tereré, y celebrábamos los versos de los cantos de la creación de la humanidad de los Mby'a Guaraní ( ese por ejemplo ese donde Ñamandu Ru Ete, el dios de las lluvias, padre de los dioses llama "mis hermanitas, mis hermanitos" a las almas que van a encarnar), no podemos sino estremecernos ante este Paraguay que expulsa hacia el extranjero uno de cada dos connacionales (proporcionalmente al número de habitantes, hay más inmigrantes paraguayos en el mundo que mexicanos, 3 millones de 6 en Paraguay, 30 millones de 104 en México).
Cuando te fuiste a Río de Janeiro y me quedé para estudiar no sabía lo que encontraría.
Paraguay me está atristando mucho. Las mujeres de la CONAMURI son campesinas muy valientes, pero las mujeres indígenas viven mal, son pocas, casi no quieren hablar, conforman seguramente el sector más oprimido de toda la sociedad paraguaya. Sus comunidades, muy precarias en el campo, son sometidas a situaciones de acoso por los soyeros, los talamontes, en fin por esos agentes de la modernidad que piensan que lo mejor sería que se convirtieran en campesinos mestizos como los demás o que desapareciesen. Han habido casos que al prender la paja para desbrozar, de forma criminal, los grandes terratenientes (sólo el 6% de la población paraguaya tiene acceso a la popiedad de la tierra, 600 personas tienen el 80% de ella, menos del 1% está en manos de mujeres) han hecho quemar comunidades enteras: campos de susistencia alimenticia, desprovistos de la caza y recolección que hacía parte de su cultura y que desaparece por el desmonte... Luego, les echan la culpa: dicen que fueron las propias comunidades las que no fueron capaces de controlar el fuego.
No podemos obviar que se trata de pueblos de economías de la reciprocidad con una larga historia de vida sin clases sociales. Me parece como si de repente los índígenas guaraní y de otros pueblos, despues de 500 años de resistencia, se acabaran de rendir. Rendir hasta la muerte. Espero equivocarme. Hay quien dice aqui que no se estan rindiendo, que se están volviendo... ¡místicos! Por favor, qué rabia. Es dolorosísimo.
Además, ahora que he llegado a la frontera y estoy en un pueblo llamado Pedro Juan Caballero, vuelvo a ver hombres en armas. Se trata de la frontera con Brasil. Dicen que por aquí pasa mucha droga. La verdad es que por aquí las tiendas vuelven ser resguardas por paramilitares (¿parapolicías?) con subametralladoras, como en México, como en Centroamérica. Por la madrugada escuché unos tiros. Nadie dice nada: conocemos esa historia.
Y pensar que yo quería hablarte de cosas bellas. Porque sí las hay: cosas bellas que están en riesgo de desaparecer.
La medicina, que a ti interesa tanto, entre los guaraní es dual, como todo en el mundo de Abya Yala, dual y no contrapuesta, dual porque son  dos los rostros que participan de una misma cosa. Hay una medicina racional, que responde a la salud y la enfermedad relativa a los enfriamientos y calentamientos, a los desordenes físicos, que es fundamentalmente herbolaria, muy desarrollada, y una medicina que responde a la cólera como enfermedad, la cólera que entre los pueblos mata e enferma a las personas y a las comunidades, y que está en mano a sabios y sabias que saben componer la rabia social. Para las y los guaraní la enseñanza fundamental es cómo controlar la propia cólera, cómo no hacerla explotar, porque sí no se convierte en un estallido de fuerzas negativas incontrolables, muy peligroso para la vida misma.
Creo que deberíamos aprender de esta idea de medicina. La prepotencia cultural de los blancos y blanquizados a los que tú y yo pertenecemos, por mucho que tú seas una maravillosa mestiza, se parece mucho a la descripción de la "cólera" según los guaraní. Nuestra prepotencia es fuente de desorden, un desorden que enferma y despierta el deseo de venganza.
Te amo
Mamá