martes, 7 de septiembre de 2010

Bajo el agua pero en buena compañía



            Frontera de México con Guatemala (La Mesilla) 3 de septiembre del 2010

                               
   Primera clase en la universidad Rafael Landivar con alumnos de Gladys Tzul (Xiela Ju, Quetzaltenango)



                                                     
                                                          Dando la vuelta por Xela Ju.






                                              Feria en Honor a Atanasio Tzul. (Canton Paqui)
 7 de septiembre. Charla con los estudiantes en la Universidad Rafael Landivar (Interpretación Literaria).

7 de septiembre de 2010

A veces se nos olvida que las trabas en el camino no las ponen únicamente las fronteras construida por los nacionalismos y los intereses humanos, sino que la naturaleza tiene sus tiempos, sus permisos, sus límites.

Hemos salido de la Ciudad de México en un autobus que cruzó primero un Tabasco inundado por las lluvias y los desbordes de los ríos y se subió luego hacia los altos de Chiapas donde nos enteramos que esta es la más violenta estación de lluvias ("invierno", le dicen en Centroamérica) en los últimos 70 años.
Tras cruzar la frontera de La Mesilla, una frontera de turismo y maquila, donde por un kilómetro en la "tierra de nadie" (¿puede ser de alguien la tierra?) se suceden puestos tras puestos de ropa sin marca maquilada por mujeres hondureñas, salvadoreñas y guatemaltecas, las mismas que cuando empiezan su camino hacia el sueño estadounidense se arriesgan a un viaje de 20 días entre peligros diversos: la violación por maras, policías de migración, compañeros de viaje, la deportación, el robo, la desesperanza y, en los últimos años, la posibilidad de ser asesinadas por bandas de traficantes de trabajadores migrantes. Las 14 mujeres que con 58 hombres fueron asesinadas en Tamaulipas -nos enteramos por boca de un cambiador de pesos en quetzales (60 quetzales por cada 100 pesos)- son sólo la punta de un iceberg llamado Masacre de Migrantes que ha iniciado a ser reportado en 2007.

La Mesilla es la más leve, alguien diría la más tranquila, frontera entre México y Centroamérica. Los policías mexicanos sonríen tanto como los funcionarios guatemaltecos, aunque unos y otros tienen sus reclamos que sacan a relucir entre chanza y chanza. Por cien kilómetros las y los guatemaltecos y las y los mexicanos pueden ingresar al país vecino, pero no faltan las trabas burocráticas que de repente aparecen. Y todos se lamentan. "Es necesaria", "no los podemos controlar", de un lado; "es una forma de exigir visas", del otro, son los comentario más comunes a la demanda mexicana de una documento de residencia en la zona fronteriza que han empezado a exigir las autoridades chiapanecas.

Puntual a las tres de la tarde horas mexicana, dos hora guatemalteca, empieza a llover.
El camino que normalmente toma cinco horas de San Cristobal de las Casas a Xelajú (Quetzaltenango, en el náhuatl que llegó aquí con las tropas tlaxcaltecas a las órdenes de Alvarado), en esta ocasión lo cruzamos en diez. Las lluvias crean huecos y ríos que cruzan el asfalto en varios lugares.
No sabíamos mientras estabamos sentadas en el camión, que los trabajos de ampliación de la carretera Interamericana, por erradicar árboles y cortar costones sin tomar en consideración las críticas de las y los ecologistas, les costarían la vida a 80 personas que venían en un camión de pasajeros tras nosotras. El cerro se desgajó y sepultó un Tacaná, uno de esos autobúses populares y baratos que han inspirado la más popular de las artesanías centroamericanas, una camiona de barro pintada de amarillo y con frutas y cargas variadas en el techo.
De Xelajú a Totonicapan todavía pudimos pasar. La casa de Gladys Tzul en Cantón Paquí nos ha acogido bajo la lluvia y la inteligente charla con nuestra amiga nos ha confortado, pero también separado del mundo. Apenas dos días después nos enteramos del dolor de las y los amigos y familiares de los desparecidos en el alud.
Luego descubrimos que otros tres buses fueron sepultados por aludes de lodo y piedras en varias carreteras del país. Que la carretera al sur está interrumpida por la caída de puentes y el corte carretero. Que las vías a las zonas turísticas y a la capital están interrumpidas.
Las lluvias de mayo hasta ahora se han cobrado la vida de trescientas personas. ¿Cambio climático, corrupción en la construcción de las carreteras, ninguna atención a la seguridad de la gente por parte de las instituciones? La verdad es que la belleza de los altos de Guatemala, los Cuchumatanes, los volcanes Santa María y Santiaguito, sin perder su poesía, esconden una realidad concreta de abandono, pobreza y desinterés gubernamental: son zonas quichés, zonas de antiguos y altivos guerreros hoy zonas indias, zonas abandonadas a su suerte.
¿Su suerte? Sí, lo que en buena medida significa también abandonada, entregada, con permiso de dar vida a su capacidad de valerse por sí mismos de pueblos que se dedican al comercio, a la agricultura, al estudio. En Totonicapán, en Xelajú, en Cantón Paquí, en Momostenango se produce un pensamiento de resistencia y comprensión del mundo que está muy lejos de reducir lo local a un espacio acotado.
Cuando nos desplazamos de Cantón Paquí a Xelajú lo hacemos para encontrarnos con intelectuales brillantes y mujeres capaces de darnos su visión del mundo.

Encuentros y diálogos.
Por la mañana nos encontramos con doña Angelina Curuchiche Otzoy, maestra kakchiquel originaria de San Juan Comalapan. Angelina enseñó por 28 años en Momostenago e impulsó un diálogo directo entre las madres y padres de familia y las maestras de primaria, casa por casa y en colectivo, sobre los derechos de las mujeres, primero entre ellos el derecho a ser tratadas con respeto por sus parejas. Con ella estaban Mayra Consuelo Leyva Tezó, quien desde una ONG impulsa proyectos de educación popular y estudia las formas de promover una "democracia de género" entre la población quiché; y Sakiribal Aguilar, estudiante de Ciencias Políticas interesada en la construcción de las élites indígenas en Guatemala. Según ella, "El proceso de occidentalización recibido nos lleva a superarnos a nivel personal, a la vez que no nos permite estudiar para utilizar nuestros conocimientos para beneficiar a nuestro pueblo. Es fundamental que como estudiantes y maestras ahora pensemos qué es y hasta dónde ha llegado a conformarnos este proceso, para revertirlo".
Por la tarde, en la Universidad Landívar tuvimos un diálogo con más treinta estudiantes de Ciencias Políticas, Psicología e Historia acerca de por qué escribir. Hablamos de todas nuestras pasiones literarias, lecturas, escrituras, teatro, ensayo: una fiesta de los sentidos, la razón y la fantasía.

 De izquierda a derecha, Gladys Tzul Tzul, Angelina Curruchiche, Mayra Consuela Leyva Tezó, Sakiribal Aguilar y Francesca Gargallo